Todos los dias, al ir hacia clase de danza, me adelanta un tio en moto. Va vestido de cuero. Lleva un casco negro y conduce encorvado sobre su vehículo.
Me asusta y me da miedo. Va tan seguro y me adelanta. Se cuela hacia la callejuela donde yo dejo mi coche. En el fondo, me gustaría saber quien es ese chico fuerte y misterioso.
En clase me relajo. Alex me da mucha paz. Es tan dulce y armonioso. Esa hora soy otra. Olvido mis prisas y sigo su danza. Me embriago de su melodía. En mi cabeza suena el "Nubole Bianche" de Einaudi, las coreografias de mi profesor, siempre tan elegantes. Tan perfectas.
Salgo a la noche y cojo una avenida. Ahí está. Tras de mí. En mi retrovisor, su luz.
Se pone a mi lado. Y me guiña un ojo.
No. No. Esto lo había soñado. Y no puede ser.
Se levanta la visera.
- ¿Ya en abril, casi todo el curso, y aun no conoces mi moto?
Alex. Él también en su clase es otro.
Y también tiene dos caras.
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