Tras varias horas de trabajo, en la mitad de mi jornada, hacía un descanso para fumar un cigarrillo.
Salía a la calle con otros compañeros. Hablábamos un rato y algunos me hacían reir. Contaban cosas de sus hijos, de su salida del sábado, de los madrugones...
Siempre coincidía con David. A menudo me invitaba a un café pero mi falta de confianza me impedía encontrar un tema de conversación... y volvía rápido a la cadena.
El verano pasado, en la estampida de agosto, nos quedamos él y yo casi solos en los descansos, comenzamos a hablar de muchas cosas.
Nos gustaba la montaña, Amaral, las pelis de Tarantino, cocinar los domingos, con la ventana abierta y una cerveza sin alcohol.
Quedamos fuera del trabajo.
Y nos casaremos éste sábado.
Él siempre estuvo ahí. Casi no lo veía, y tuvo que haber algo de espacio para que le prestase atención. Ahora sigue a mi lado, como siempre, muy atento a mí, pero ahora soy yo la que le ha hecho un hueco en mi corazón.
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